Mis recomendaciones van a empezar por decir que Altea merece la pena verla de día con sus tonos azules y blancos, pero también hay que verla de noche con la luz de las farolas que le da un toque de película.
Hay muchísima oferta de restaurantes y bares para comer, cenar o solamente tomar algo, por lo que en mi opinión no hay que quedarse con el primer sitio que se encuentre. Lo mejor es ver las cartas de los lugares que nos parezcan más apetecibles, porque están todas en la pared al lado de la entrada o nos encontraremos algún camarero que nos atenderá encantado. Por mi parte decir que cené en un restaurante italiano en el mismo casco antiguo y la relación calidad-precio era muy buena.
Para continuar, es una buena idea visitar todos los miradores mientras se pasea por el pueblo para ver distintas perspectivas, ya sean hacia el mar o el interior, y además hay muchas calles que por su altura pudieran ser perfectamente un mirador. Esto sin olvidarse de visitar la iglesia de Nuestra Señora de Consuelo y la calle San Miguel.
Las playas son todas de piedras y hay bastantes restaurantes y chiringuitos en ellas. También hay calas escondidas muy cerca del pueblo por lo que se puede buscar el lugar que nos guste a cada uno para bañarnos, tomar el sol o simplemente pasar el día.
Sus calas son el lugar perfecto para practicar el buceo o snorkel y así disfrutar de su fauna marina.
Como último plan que propongo hay que salir un poquito para llegar a la iglesia ortodoxa rusa (entrada: 2 euros), aunque es complicado aparcar.
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